María Neira, directora de Salud Pública y de Medio Ambiente de la OMS. Miembro de Fundación España Salud.
Es increíble que hayan pasado solo seis meses y en el mundo hayan ocurrido tantas situaciones excepcionales”. María Neira (La Felguerosa, Asturias, 1962), directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, repasa los cambios vividos desde que el 30 de enero, hace justo medio año, su organización declaró la emergencia mundial ante la imparable expansión de lo que entonces se conocía aún como el coronavirus de Wuhan. En estos “seis meses intensísimos” se ha comprobado que el SARS-CoV2 no es estacional como ocurre con otros virus respiratorios. “Afecta más a unos países que a otros y logra sobrevivir, pero también nosotros logramos controlarlo. Habrá que reforzar esos conocimientos para ser eficaces en la lucha contra el virus”, afirma.
Porque ya sabemos que se va a quedar con nosotros.
Parece claro seis meses después que se va a incorporar a esa lista de enfermedades infecciosas con las que bien o mal convivimos. Habrá que dominarlo lo más posible, conocerlo y que nos haga el menos daño posible en todos los ámbitos, el sanitario, pero también el económico y social.
¿Cuándo podremos contar con una vacuna producida en masa y que llegue a buena parte de la población?
No antes del primer semestre del próximo año. Hay escenarios muy optimistas que hablan de los próximos meses y antes de final de año, y ojalá se cumplan. Nunca en la historia de la humanidad ha habido una carrera tan desenfrenada, de tantos recursos, de tanta movilización, de tanta colaboración científica y de tanta presión política y ciudadana para que se desarrolle. Con la vacuna del sida también teníamos una presión similar y no llegó, pero esta tiene más probabilidades. Si todo va bien, y no hay razones para que no, tendremos no una sino varias vacunas el próximo año.
Mientras tanto, ¿cómo van los tratamientos?
No podemos comparar la mortalidad de hace cuatro meses con la de ahora. Ha mejorado el manejo clínico de los pacientes graves, el tratamiento y los protocolos. Se ha aprendido mucho.
¿Qué partes del mundo les preocupan ahora?
El continente americano es el que sigue centrando la atención mediática por razones políticas, de reacciones… digamos… institucionales un poco menos conformes a la norma, pero preocupa mucho también Asia y por supuesto India, y lo que pudiera pasar en África. India tiene un problema de densidad de población importantísimo que ocurre en general en Asia. Una de las primeras cosas que debemos cambiar es cómo vamos a planificar nuestras ciudades, que no están diseñadas para reducir la vulnerabilidad, por el hacinamiento y la densidad intensa. Debemos empezar ya a diseñar las ciudades para que nos protejan de enfermedades infecciosas, pero también de las crónicas ligadas al sedentarismo o la contaminación del aire, o incluso de una catástrofe natural.
Esas reacciones institucionales, ¿han hecho que se pierda tiempo en la lucha contra el virus? Me refiero a Estados Unidos y Brasil.
Los ciudadanos necesitamos una colaboración internacional, un liderazgo. Tendemos a pensar que las soluciones vienen de naciones como Estados Unidos, con altísimo nivel tecnológico y científico, porque son países que acostumbran a liderar. Las reacciones más politizadas han desviado un poco la atención y han contribuido a dar la sensación de que no estábamos trabajando todos en la misma línea. Pese a ello tanto Brasil como EE UU han respondido.
¿Qué significa perder el presupuesto que aportaba Estados Unidos al retirarse de la OMS?
La retirada ha sido anunciada, pero no tendrá efecto hasta el año que viene. El efecto económico no ha llegado. Pero lo más grave sería que un país como Estados Unidos se retirara de la colaboración internacional en salud pública global y eso confiamos en que no se produzca. No quiero ni siquiera imaginarme algo así. Nos necesitamos todos. Somos 194 países, ninguno sobra y habrá que seguir construyendo para que ninguno se vaya.
Un panel de expertos independientes estudiará cómo ha gestionado la crisis la OMS. ¿Ya está en marcha la revisión?
Lo hacemos siempre después de cada alerta internacional. El proceso está en marcha, todo es mejorable y de hecho hay que aprender de todo esto. Nuestro trabajo es salvar vidas. Unas veces se ve más y otras menos. Se podrá ver lo que se hizo bien y reforzarlo y lo que se hizo mal, cambiarlo.
Les critican el cambio de criterio con las mascarillas.
La OMS sabe reaccionar frente a situaciones de emergencia como esta, que requieren soluciones muy rápidas, pero también es una organización que no da recomendaciones si no tiene toda la evidencia necesaria. A veces, si hay que salvar vidas, no se espera tanto y se usa el principio de precaución. Piense que en el caso de España esto requiere por lo menos 1.500 millones de mascarillas al mes. Al principio esa idea de dar una recomendación universal cuando hay unos medios materiales muy limitados era imposible de ejecutar. Tener a toda la población mundial tapada con mascarillas no es una cosa banal. Se esperó a tener más evidencia y se fue modificando.
Los casos crecen en España, se habla incluso de segunda ola. ¿Qué ha pasado, con lo bien que estábamos hace un mes?
Habíamos estado bien porque España, como otros países europeos, salió de un confinamiento total y de la reducción casi al mínimo de la posibilidad de transmisión. Fue gracias a medidas dolorosas y costosas para los ciudadanos, la sociedad y la economía. El virus encontró la manera de resistir y volver a aparecer. Estamos en la primera oleada todavía.
¿Seguirá habiendo brotes?
Va a haber casos esporádicos en Europa y es mejor que todo el mundo se prepare. En unos casos habrá pequeños brotes, en otros se convertirán en transmisión comunitaria. Lo importante es saber responder, tener ese sistema epidemiológico muy muy sensible y saber hacer cirugía casi estética, muy elegante, saber cortar lo menos posible. Es decir, soluciones muy adaptadas a la situación para no volver a situaciones tan dramáticas. Además de hablar del número de casos, es importante recordar a la población el número de fallecimientos. Afortunadamente, ha descendido de forma importante.
En algunas zonas de España ha fallado el sistema de rastreo. ¿Se podía haber hecho mejor?
En esta nueva fase de postconfinamiento, la estrategia de salud pública más sólida es detectar, hacer test, rastrear a contactos, aislar y poner en cuarentena. Se repite mucho, pero es lo que funciona. Tenemos que centrarnos en lo que sabemos y en estudiar exhaustivamente cada brote para aprender de él. Si el problema son los rastreadores, corríjase lo antes posible.
El Reino Unido impone cuarentena a viajeros procedentes de España. ¿Deberían tomarse esas decisiones en el marco de la UE?
Sería más eficaz, desde la prevención y control del virus, que hubiera una colaboración epidemiológica. El virus no reconoce barreras administrativas o de fronteras. Está circulando y va a circular. Este tipo de restricciones de viaje no se pueden mantener mucho tiempo porque los países tienen que retomar su actividad. Se da además la paradoja de que las atribuciones administrativas chocan con las geográficas. Las islas Canarias administrativamente pertenecen a una nación que se llama España, pero para el virus están frente a África. La situación epidemiológica es muy similar en Europa. Ahora hay brotes aquí, pero eso no quita para que mañana los haya en otro sitio. En lugar de ir cerrando y acotando, habría que tener una estrategia común, como si fuéramos un territorio común, porque es así como nos ve el virus. Elena G. Sevillano