Por Jaume Kulisevsky, Director de la Unidad del Parkinson y Trastornos del Movimiento del Hospital Sant Pau, BCN y miembro de Fundación España Salud.
Son característicos los llamados ‘síntomas motores’ (temblor, rigidez muscular, lentitud de movimientos, que se agravan progresivamente. Con frecuencia, un lado del cuerpo estará más afectado que el otro. Un conjunto variable de síntomas ‘no motores’ ansiedad, depresión, apatía, trastornos del sueño, dolor, ‘lentitud mental’ pueden contribuir tanto o más que los síntomas motores al deterioro continuado de la calidad de vida relacionada con la salud.
Tras el diagnóstico y el inicio del tratamiento oral con levodopa o agonistas que reemplazan a la dopamina (el principal neurotrasmisor afectado por la neurodegeneración), se consigue en la mayoría de casos devolver una muy aceptable calidad de vida a los pacientes.
Con el progreso de la enfermedad, en las fases medias o avanzadas, pueden aparecer complicaciones como menor duración (horas), o menor efectividad de los fármacos sobre los síntomas, exceso de movimientos (discinesias), o efectos secundarios (trastorno de control de impulsos, alucinaciones), que limitan la mejora obtenida en los primeros tiempos.
Nuevas técnicas, más o menos cruentas (cirugía del Parkinson, bombas de infusión duodenales o subcutáneas) han permitido tener alternativas para estas complicaciones.
No obstante, la investigación está trayendo nuevos fármacos orales, algunos ya en el mercado, como los nuevos inhibidores del glutamato y de las enzimas MAO-B y COMT. Estos fármacos permiten una degradación más lenta de la dopamina reforzando el efecto y la duración de la levodopa. Su empleo racional en las etapas media-avanzada de la enfermedad puede retrasar o incluso evitar, el uso de las técnicas avanzadas, y restituir en gran medida la calidad de vida de los pacientes.